Este año no he podido asistir a la velada que se organizó en el Ateneo con motivo de la entrega anual de premios que hace la asociación valenciana de compañías, así es que no voy a poder decir mucho al respecto, pensaba hablar de las esculturas que he hecho este año y de los conflictos que me asaltan después de la preceptiva llamada de Minerva del Toro haciéndome el correspondiente encargo… Siempre pienso que me quedo corto y que hago cosas poco ambiciosas en el sentido artístico, vamos, una basurilla.
Esta sensación se difumina el día de la fiesta ya que normalmente nadie se pregunta quien a hecho el coso aquel que le dan al premiado en cuestión, esto hace que se ponga de manifiesto que el premio es en realidad la oportunidad que el hecho de que te lo concedan te brinda de ponerte nervioso, de acaparar la atención de un montón de gente durante unos minutos, de sentir la sensación de reconocimiento más o menos formal que repara por una noche tu maltrecha vanidad y de saberte uno más de la puñetera familia teatrera con estatus de premiado. Otra cosa que también pensé el año anterior y que seguro hubiera pensado de nuevo el lunes pasado es que mis esculturas se han quedado trasnochadas, que ya no encajan en este nuevo formato de fiesta AVETID que se ha ido consolidando estos últimos años; abarrotada de políticos, funcionarios y de asistentes que abandonan esa noche su persona para que la vampirice un colectivo, un partido político, una institución, una publicación… Un ente superior que se expresa con sus gestos y habla con su voz pero que no es ellos. Esta insondable fenomenología de la vida social promovida conscientemente por quienes lideran la asociación estos últimos años confiere al encuentro un carácter muy formal que entra en contradicción con las figurillas de madera o barro cocido que en origen tan solo pretendían conservar el recuerdo de una noche entrañable con la gente que comparte contigo el trabajo y alguna que otra obsesión más. Pero en fin, este año las figurillas las tienen Eduardo Zamanillo, Gabriel Fariza y Maite Miralles y eso, sinceramente, me llena de emoción emocionativa de la que te pone la nariz roja colorá.