No es la obra de Wadji Mouawd, Incendios: tan entretejida en palabras que hasta el silencio se dice.No es la lectura de Mario Gas: sustantiva y clarividente como ha de serlo él.
Imagino.
No es el pan de oro del Teatro Principal, a pesar de su envolvente y fatua eternidad.
No es la poesía, ni siquiera la belleza o el profundo espíritu humanista que alienta la obra.
No son mis días previos al de hoy, ingobernables.
No es el espectáculo que vi ayer, Los cuatro ginetes del apocalipsis… Resonando en las antípodas, boca abajo.
No es Canadá, ni Robert Lepage, ni Suzanne Lebeau, ni Russell Maliphant, ni ese interés por la el lado negro del alma humana que atribuyo, sin apenas fundamento, a los canadienses.
Tampoco son las metáforas matemáticas tan comunes en el último teatro occidental.
Ni el exilio, la herencia o la mujer, temas también traídos hasta aquí (Con esas ínfimas pero disonantes derivaciones al melodrama… Tal vez ilícitas, tal vez no. No lo sé. ¿Quien es capaz de agarrar al espectador sin azuzar sus sentimientos?)
No es nada de esto.
Solo es Nuria Espert.
Ella.
Mujer.
Actriz.
Su magnificencia.
Su halo de diosa olímpica.
Su apabullante sabiduría teatral.
Sus setecientos silencios sonando en un acorde armónico cada vez que se detenía para que la poseyera el todo que allí había.
Todo lo visible y lo invisible que mueve en escena por obra y arte del amor.
Amor a su oficio.
Tan pobre, solo polvo a contraluz.
Arte puro.
Y esa manera de estar y decir tan sabia y consciente.
La última conexión de su voz, de adivina tan lejana, que debe perderse en el más allá.
Ante este prodigio se me amontonó lo que sé y soy. Sin palabras tuve que esperar… Ahora acabo de escribir a pesar de estar seguro que no alcanzo a expresar lo que sentí… Tampoco lo sé del todo. Envidia me dio Ximo, que me acompañaba, y supo llorar en muchos momentos. Yo no, mi conciencia estaba en otro lugar lejos de la emotividad que el autor había dispuesto en su obra, yo estaba viviendo una epifanía que no supe sentir desde dentro por ser consciente de ella y quererla aprehender. Estorbos de la razón. Modos de ser.