Este opíparo posado a base de elaboradas delicatesenes porcinas es, ni más ni menos, que la cotidiana pausa a mitad de ensayo de “La dona irreal”. Ya sé que es flipante e inaudito en términos teatrales pero esta compañía es asín de albañila y los de producción (léase Josep, Àngeles e Inma), de repente, les da por montar l’esmorsaret de tota la vida amb el vinatxo i la sobrassada y no se cortan ni un pelo y lo hacen sin el menor remordimiento estético y aunque ello suponga un descenso de siete puntos en el ranking de las teatreras más esnobs y sofisticadas del país valencià en el que ocupábamos, hasta hace nada, una posición realmente privilegiada. Decir que la mayor parte del avituallamiento procede de un regalo de la Lorena (la idolatro fervientemente sin poderlo remediar) que nos pidió el local para un curso de interpretación de su amiguísima Marta y al negarnos a cobrale nada, la muy de pueblo, se fue al mercado de Russafa y nos vino con veintisiete bolsas llenas de refinadisimos manjares y una docena de botellas de tintorro del caro. Pues eso, que lo sepáis, no sé si es importante pero ha sucedido…
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