Hoy es sábado por la mañana. Nos ha despertado el sonido lejano de una explosión. Al salir al balcón de este hotel tan elevado, desde donde se divisa una amplia panorámica de la ciudad, nada llamaba la atención salvo la interminable hilera de balcones en perspectiva en cuyas barandas asomaban tantas cabezas como habitaciones había. Entre las curiosas cabezas he distinguido la de Merce y un poco mas lejos la de Oscar.
Dejamos esta tarde el país después de cuatro días y lo haremos dando una vuelta incomprensible por Milán. Misterios del transporte aéreo. Ayer estuvimos todo el día de aquí para allá con Silvia Herrando, que ya se había integrado en el trío tan naturalmente que participaba en nuestras absurdas e interminables discusiones con un entusiasmo que hizo que todos recuperáramos esta forma tan nuestra de viajar con renovada ilusión. Dimos una prudente vuelta por la Casba que se interrumpió cuando vimos que se acercaba la hora del rezo y todos los hombres sacaban sus esteras y las orientaban al este. Este paseo lo hicimos gracias a la intrepidez de Silvia porque de seguir las recomendaciones de los propios argelinos no hubiéramos salido del hotel en los cuatro días que hemos estado por aquí. La Casba, al ser festivo, parecía un Rastro desangelado y todavía mas sucio de lo que suelen estar los Rastros, en un día corriente es el barrio más concurrido de la ciudad, las casas estaban medio en ruinas y las calles eran tan angostas e intrincadas que apenas se podían cruzar dos personas. Luego hemos subido a la única iglesia católica de la ciudad: Notre Damme d’Afrique, desde este emplazamiento volvías a disfrutar de una maravillosa vista de la ciudad abrazando el Mediterráneo. Nos subimos al coche conducido por un avezado argelino y nos dirigimos a un puerto cercano, que además de ser el sitio de donde era nuestro chofer se podía comer pescado fresco a buen precio. Era un viernes soleado y en aquella tranquila terraza seguimos arreglando el mundo, comiendo y bebiendo refrescos porque las bebidas alcohólicas se sirven en muy pocos sitios. Para espantar la siesta nos subimos a la escollera e hicimos un poco de alpinismo encaramándonos a unos bloques de cemento gigantescos, puestos allí, supongo, para aplacar la ira del mar, aunque este día tan tranquilo servían para encajar las cañas de pescar de muchos argelinos que esperaban pacientemente a que se tensara el hílo. Ya de vuelta a la ciudad, en los bordes de la carretera, llamaban la atención los grupos de hombres alrededor de los pequeños rebaños de corderos, el miércoles de la siguiente semana se celebraba la fiesta del cordero y todo el mundo con una mínima economía compraba uno para sacrificarlo en la propia casa. Se trata de una tradición muy antigua; el que lo compra y lo sacrifica se queda con un cuarto del animal y el resto de la carne se ha de repartir entre los pobres. Todo esto nos lo explicaba Kader, nuestro otro guía en la ciudad, el sábado de camino al aeropuerto. Mientras miraba la dulce expresión de estos apacibles animales sentía el remordimiento carnívoro que siempre me asalta en estas situaciones en las que me resulta imposible desligar las chuletas de palo del bicho que las produce. Antes de ir hacia el aeropuerto Kader nos lleva a la tienda de un artesano constructor de instrumentos típicos argelinos; Oscar se había mostrado interesado en comprar uno pero resultó imposible ya que la fabricación se hacia exclusivamente por encargo. Aún hubo tiempo para una sorpresa de despedida: la cárcel en la que estuvo encerrado Cervantes en Argel . Se trata de una cueva cuyo acceso estaba cerrado, la vimos a través de la verja, y lo cierto, es que se sentía una emoción especial al contemplarla. Luego unos pinchos morunos y a facturar… No os voy a cansar con las peripecias en el aeropuerto, nos registraron el equipaje tantas veces que acabé olvidando una bolsa en un escáner… Ya en el avión Oscar le preguntaba a Merce a que edad empezó a masturbarse, en voz baja, pero de esto último no estoy muy seguro porque tenía los oídos completamente tapados. Mientras avanzaba el debate sobre la capacidad de la mujer para procurarse placer a si misma yo pensaba en Kader y en su particular manera de ganar nuestra simpatía, este argelino vehemente y auténtico nos habló de su tierra con entusiasmo y sinceridad. Quizá por eso volvíamos a casa con el ánimo de los verdaderos viajeros; aquellos que vuelven un poco más sabios de lo que se fueron.
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