Ayer fui a ver la última de la Coixet y Àngel Figols estaba sentado, por casualidad, en la misma fila que nosotros (Juanjo et moi). Al salir, haciendo ostentación de mi fama de destripapelis le destrocé el mapa de los sonidos de Tokio a Àngel porque a él tampoco le había gustado demasiado y me autoconcedí la licencia que me permitió el desahogo (Juanjo me tiene prohibido que le haga víctima de este bajo instinto mío). Fue una situación muy bonita por lo sencilla y casual… De vuelta de vacaciones te encuentras con un amigo y con las cuatro tonterias que suceden en el encuentro sientes físicamente lo importantes que son todas y cada una de las personas que conforman tu vida (la profesional y la otra). Dicho así suena un poco tremebundo pero en ese momento sólo sentí la complicidad y el cariño reflejados en la mirada azul de Angelillo. Fue un bonito prólogo al día de hoy, primero de trabajo. Espero que sea el mejor augurio posible para este nuevo ciclo que acaba de empezar.