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Después de estos cuatro días representando CARMEN en el teatro Talía parece que se haya cerrado el ciclo que comenzó con el estreno de esta obra en Gandía el pasado febrero. Y eso no quiere decir que el recorrido natural de las representaciones se este agotando, más bien lo contrario, a juzgar por el interés palpable que hemos apreciado estos días en el público. Me refiero a mi propia perspectiva de director; creo que ahora ya puedo decir que el montaje ha alcanzado su grado máximo de cohesión, limpieza, concreción expresiva y depuración técnica. Con ello, mis fantasmas se duermen de nuevo para dejar que mi confianza se restablezca; la confianza en mi mismo y en mi capacidad para conducir a buen puerto un proyecto artístico. También es muy importante poder llegar a sentir que las exigencias y expectativas que habías depositado en los intérpretes han ido incluso más allá de tus pretensiones iniciales -y os puedo asegurar, que en este caso, no eran pocas-. Momento importante pues del que intentaré hacer partícipe a todo el equipo porque cualquier argumento es bueno para mitigar tensiones y acrecentar la armonía… Para seguir siendo un compañía de TEATRO.
