Este martes pasado, en el salón de actos del MuVIM, asistí a la proyección de la peli Luces de Ciudad del genial Chaplin con música en directo interpretada al piano por Juanjo Ochoa y mademoiselle Laïla Bernat. Estas actividades que ayudan a contextualizar las exposiciones recreando en vivo las manifestaciones artísticas propias del periodo histórico en el que se sitúan tienen un imán especial, o al menos, lo tiene para mí, debe ser por ese complejo de inculto autodidacta que arrastro desde la adolescencia. Este concierto, por ejemplo, te permite sentir la pulsión de un tiempo que ya se ha desvanecido, este ejercicio de transmigración es muy apasionante. Carlos Pérez lo sabe muy bien, se conoce todos los trucos para conseguir viajar en el tiempo y el espacio gracias al arte y a las peripecias de los artistas; tal vez por ello, bajo la dirección de Román De la Calle, esta promoviendo un concepto de museo único en nuestra ciudad, un museo vital, moderno y cosmopolita que indaga con sabiduría en las circunstancias que dieron lugar al nacimiento de mil sensibilidades. Sensibilidades nuevas que conforman un imaginario del arte que se rebela en cada exposición muy ligado a nosotros mismos. La película de Chaplin es una obra maestra. ¡Vaya descubrimiento! Esta expresión tan común cobra aquí todo su significado. En las primeras grandes obras cinematográficas me fascina descubrir la gran deuda que tiene el cine para con el teatro. Intervenir en una obra tan fabulosa puede resultar un ejercicio extremadamente complejo y comprometido. Juanjo y Laila lo resuelven de un modo tan fresco y natural que en ningún momento desafinan. Supongo que no han tenido que esforzarse excesivamente para encontrar la manera de bailar, jugar, reir o llorar con Charlot. Alguien tan joven, bienintencionado, ilusionado y confiado en lo maravilloso de su oficio personaliza en si mismo la sustancia de de esta peli. La juventud de un arte recién inventado, la juventud de una arista enredado en una de sus primeras gandes obras, la juventud de dos pianistas que empiezan a descubrir como coalarse en los sueños propios. Hermoso y alegre. Puede que sea simplemente que les quiero. Pero eso ya lo sabéis casi todos los que leéis esto.
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