David ya está ocupando mi lugar. Hace de mí en Kraft. Viéndole no me reconozco, no aprecio lo que de mí debe permanecer en el personaje ahora encarnado por él. En el proceso de creación integras de tal modo al personaje que parece que no pudiera tener sentido fuera de ti, me ocurrió ya con Àngel Figols en Quijote. ¡Craso error! El valor real de una creación es que pueda vivir y prosperar ajena a ti, esta autonomía hace que pueda permanecer en el tiempo y crecer en su transcurso. Lo que quede de mí cuando ya no se sepa que fue mío será la sustancia verdadera de mi contribución al arte. Sería yo el último en apreciar tal cosa en caso de que llegara a suceder, así es que, de momento, no le daré más vueltas. (Esto pesaba de camino a la Abadía este último domingo en Madrid, después de hablar con Oscar acerca de la primera función sin mí, el pensamiento se atascó, mire al cielo nocturno y esto es lo que vi)
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