Eso de actuar en el Teatro Principal, aunque no quede muy bien decirlo, por pavitonto, es el sueño de cualquier compañía, actor, músico o cantante. A nosotros, toda la peña Bambalinacea, nos a tocado, porque a todo cerdo le llega su San Martín o porque quizá al cabo de ochocientos años haciendo funciones le tenía que tocar a uno de los teatros que más cerca nos queda, tanto física como espiritualmente. No sé si el mérito es nuestro o es una simple conjunción de circunstancias lo que ha provocado este pequeño logro profesional; me inclino por lo segundo, que suele ser la razón universal de casi todo lo acontecido en nuestras azarosas vidas. Toma senrencia!. Bueno, quería dejar constancia aquí del hecho y de paso aprovechar para pensar en la sensación que me ha producido, con la idea siempre conectada de que ello sirva para que los que comentáis añadáis vuestras impresiones a las mías. Nada, todo muy natural y tranquilo, así de sencillo. Muy grata y reconfortante la visión del espectáculo desde un palco lateral, me resulto armonioso y coherente y sentí un afecto especial por los actores, que se dejan la piel en el escenario, los cantantes, los músicos, mi hermano, Àngeles y Inma y todos los que han trabajado para poner en pie este proyecto. Elijo ese momento para guardar en la cajita de las cosas geniales que soñabas que te sucedieran cuando empezabas a montar el teatrito por los parques y las plazas.
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