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CRITICÓN

Publicado en: Ideas / Idees

He visitado algún que otro teatro de la ciudad estos últimos días aunque me estaba resistiendo a hacer comentarios por no alimentar el complejo de crítico que me estaba entrando al verme exponiendo opiniones sobre el trabajo de los demás. Teniendo en cuenta mis contradicciones con respecto de los que ejercen este oficio (el de crítico teatral), si es que se le puede llamar así, no voy a caer en la tentación de otorgarle a mi opinión un valor que vaya más allá de la simple expresión del pensamiento sin la cual no puede existir aquello tan genial que llamamos comunicación.

Estuve en L’Altre Espai en el estreno de Dario Fo ¿Alcalde? Tenía muchas ganas de ver a Carmen López y a Juanfran Aznar en este montaje. Siempre me pasa, con los actores con los que he compartido proceso de creación en algún momento se establece un vínculo particular que permanece en el tiempo, es una especie de intimidad profesional, una complicidad fruto de la convivencia intensiva que suele acompañar a los ensayos.

Carmen López de rojo toda ella

Esta intimidad es consecuencia también de la propia naturaleza de nuestro trabajo que nos obliga a hurgar en lo más escondido de nuestra manera de ser y manifestarnos. En los últimos años en los que, cada vez con mayor frecuencia, asumo el papel de director de escena, se ha ido avivando en mí ese sentimiento de proximidad y afecto hacia los actores con los que he trabajado. Quizás por ello al verles tan esforzados y revueltos en sus personajes lo que sentí creo que se parecía un poco al orgullo y otro poco a la alegría. Lo cierto es que son grandes actores y lo demuestran siempre que se les da la ocasión. Y ya puestos, será justo que diga, que Paco Vila, Sara Vallés y Pepe Miravete les andan a la zaga, con lo que este espectáculo es absolutamente recomendable, en gran medida gracias a todos ellos.

Hacía mucho que no asistía al estreno de una producción de Teatres de la Generalitat y la verdad es que me divertí mucho intentando extraer morbosas conclusiones de las presencias, las ausencias, los corrillos, los besos, las miradas furtivas, los comentarios… En realidad fue todo bastante inconsciente y caí en la cuenta al día siguiente de que me había estado fijando mucho en todas estas bobadas. También tomé conciencia de un ejercicio en el que me enfrasco últimamente y cuyo origen es un antiguo hábito de trazar líneas imaginarias sobre una imagen con el propósito de determinar la importancia de los elementos que la componen. El caso es que me pasé todo el tiempo dibujando rayas en el patio de butacas, en el Hall, en la puerta del teatro, en el bar al que luego acudimos muchos de los asistentes… Fue llamativo ver que se producía un fenómeno curioso; los trazos siempre acababan apuntando a un mismo objetivo, como persiguiéndolo: Alfredo Mayordomo.

Estuve todo el tiempo un poco cohibido, me pasa siempre que me veo en la obligación de besar y mostrarme amable con tantísima gente. Aunque luego en el bar, con las cervezas todo se volvió próximo y amistoso, se me desató la lengua opinando sobre la puesta en escena (enseguida me arrepentí), hice nuevas amistades, bromeé, le hice un masaje de urgencia a la López, hable con unos y con otros… Una velada perfecta.

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