Finalmente me aceptaron en el curso que había organizado Andrea Isasi para el teatro de La Abadía de Madrid, y gracias a ello os puedo contar la experiencia. Como ha sido intensa y sorprendente estaba buscando un momento de tranquilidad que me permitiera contarlo de la mejor manera. Pruebo ahora. Como la mayoría de los seleccionados eran actores y actrices jóvenes pronto se orientó naturalmente la dinámica a las necesidades y retos a los que diariamente se ha de enfrentar el intérprete de teatro. Yo me dejé llevar desconectando, hasta donde pude, la parte del cortex que me permite hacer de director y revitalizando, también hasta donde pude, mi instinto de actor. Se impuso un ambiente muy riguroso, en ningún momento se disipó la concentración ni hubo la más mínima desviación. Interpreto que esta circunstancia se debe a la personalidad y excelencia de la profesora tanto como a la diligencia y afán de superación de las nuevas generaciones de actores que intentan abrirse camino en la inabarcable Madrid. El laboratorio estaba dividido perfectamente por la mitad: las dos primeras horas se dedicaban al desarrollo de una particular técnica de entrenamiento inspirada en el teatro tradicional japonés (kabuki, noh y bunraku), las artes marciales y la danza contemporánea. Este método de preparación ha sido creado por Tadashi Suzuki, hombre de teatro japonés que ha conseguido un gran prestigio internacional y es considerado uno de los grandes renovadores del teatro nipón contemporáneo. La segunda parte de curso trabajábamos otra técnica denominada VIEWPOINTS. Y nos introducíamos a través de una serie de ejercicios en el análisis y comprensión de muchos de los componentes activos del teatro, todos ellos tan básicos, que casi habíamos olvidado su esencia: noción espacial, foco, presencia, tiempo, energía, origen de la voz, forma, movimiento… Esta técnica ha sido desarrollada por la norteamericana Anne Bogart con quien nuestra maestra ha trabajado a lo largo de muchos años.
Os imaginaréis que se me amontonan las cosas que contar porque lo ocurrido a lo largo de estos diez días me ha servido de revulsivo y ha estimulado partes de mi sensibilidad que andaban demasiado apagadas últimamente. Me arriesgo a extenderme más de la cuenta. Como todo en la vida esto ha sido lo que ha sido gracias a la arrolladora personalidad de Ellen Lauren, una mujer capaz de aglutinar en un cuerpo sorprendentemente ágil, flexible y dúctil una cantidad desbordante de energía para luego destilarla en cualidades sensitivas desconocidas. No había conocido a nadie con una capacidad para sintetizar el movimiento, concretar la expresión y modelar la energía de manera tan eficaz. Y a esto hay que añadir un sentido de la pedagogía muy arraigado a su personalidad que convertía cualquiera de sus palabras, acciones e intenciones en una lección perfecta. Bueno, maravillosos compañeros, una verdadera maestra y todo ello enmarcado en este teatro al que quiero especialmente. Como se quiere a quien sientes que te quiere y no te quiere alternativamente consiguiendo que se dispare tu capacidad de enamorarte.
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