El Fantasma de Canterville

¿No sería fantástico ser fantasma y flotar en el aire atravesando paredes? ¿Oir y ver sin ser visto y oído, jugando la vida sin la responsabilidad de actuar en ella? La obra de Oscar Wilde nos muestra a un autor visionario que conserva, a finales de este cibernético milenio, toda la ácida crítica contra ese poderoso Júpiter que es Norteamérica. Nosotros nos identificamos con el fantasma, cuya historia, tradición y leyenda poco importa a unas inconscientes generaciones cuyo único razonamiento ético es el individualismo. Contra ellos se imponen los valores de siempre: la solidaridad, la tolerancia, la amistad y, por qué no, la duda. Es un orgullo comprobar que, pese al cibernético futuro que se nos avecina, los niños siguen fascinándose con los títeres protagonistas de esta historia escrita en papel, que ahora cobra vida en tela, madera y cartón.