Propuesta de ejercicio colectivo para espantar los malos pensamientos y recuperar, con un propósito pseudoterapeutico, el espíritu lúdico y despreocupado de las vacaciones:
Evocar esos maravillosos momentos (los que acabamos de vivir) siempre que sea posible, compartirlos, exagerarlos, adornarlos, mitificarlos… hasta conseguir crear una reserva imaginaria de felicidad tan exuberante y gigantesca que resulte inasequible al desánimo, a la falta de bolos y a los desatinos de nuestros mediocres gestionadores político-teatrales. Porque si no lo hacemos, en cuatro días, hemos consumido toda la reserva de buenrollismo que debería durarnos toda la temporada. Yo empiezo colocando aquí mismo alguna de las imágenes más idílicas de mi mes de agosto. Os invito a que me enviéis las vuestras y a ver si juntos hacemos un gran ALBUM REFUGIO para nuestros momentos bajos.
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