El remate de esta especie de “torbellino viajero internacional” que nos ha sobrevenido en el último trimestre del año ha sido la presentación de KRAFT en Túnez y en Chipre. Antes de contaros algunos detalles de ambos viajes en sendos posts cuelo una apreciación: gracias a esta inusitada reanimación de nuestra actividad internacional hemos podido salvar un año que pintaba bien negro. No me quiero recrear en la situación límite en la que la mayoría de las compañías de teatro caemos cada dos por tres (meses), más bien quiero hacer lo contrario, para autolevantarnos el ánimo al comprobar que la posibilidad de recuperarse, aunque sea parcial, coyuntural y pasajera, existe; y eso tal y como sentimos que está todo es muchísimo. ¡Alegría!
La experiencia tunecina ha sido paradigmática de lo que supone un viaje teatral ideal, desde mi manera, seguramente subjetiva a tope, de vivir las funciones fuera de casa. Túnez fuel el primer país del Oriente Próximo en rebelarse contra su dictador, iniciando de este modo lo que ya todos conocemos por La Primavera Árabe. Esta circunstancia resulta tan enorme que ha matizado muchos detalles en nuestra breve visita al país de los cartagineses. El ambiente en las calles de la capital era muy bullicioso y animado y tenías la sensación de que algo especial andaba suspendido en el aire que removían los tunecinos al andar: puede que fuera incertidumbre, puede que fuera ilusión… O tal vez fuera una simple proyección mía. Me acordé de un viaje en parecidas circunstancias a Liubliana y otro a Dublín que hicimos hace casi 20 años para representar El Jardín de la Delicias; aquellas ciudades también estaban transitadas por muchas personas ilusionadas.
La primera función la hicimos el el Palacio Abdelliah, situado en la zona residencial de La Marsa. Era un edificio precioso donde había exposiciones de libros, conciertos, talleres y espectáculos. Todo ello para celebrar un festival dedicado a la infancia. Este bonito edificio era propiedad, tan solo hacía poco más de un año del expresidente tunecino Ben-Alí. El evento estaba organizado por una nueva asociación de jóvenes dispuesta a promover la cultura con un verdadero espíritu de libertad. No había más que conversar con ellos durante un rato, en aquel camerino improvisado, frente a una cerveza, para ver que se trataba de gente que practica y defiende el cambio cada día. La función, a pesar del viento (era en un patio interior), fue emotiva y entrañable.
Introduzco aquí un nombre; Francisco García Badiola, perteneciente a un zaragozano que está trabajando en el proyecto cultural de la Embajada española y principal responsable de nuestra peripecia tunecina. Solo tengo buenas palabras para él, por ejemplo: responsable, gentil, respetuoso, alegre, cariñoso, educado, culto… El perfecto anfitrión que estuvo con nosotros en todo momento y nos cuidó con tal esmero que al minuto de irnos del país le echábamos de menos. Mucha suerte Fran, en éste tu nuevo destino.
La segunda función fue en la Maison de la Culture deTestour, un pueblo precioso a una hora de la ciudad en coche. Hicimos la representación en un teatrito acondicionado en un edificio histórico (algo parecido a la casa de un santo) con coloridos azulejos cubriendo sus paredes y unas columnas españolas de mármol blanco que sustentaban los arcos del patio central. El ambiente aquí era muy distinto. Las mujeres circulaban por una calle paralela a la principal reservada a los hombres, la plaza estaba llena de mesas en las que solo había hombres sentados tomando té o fumando en cachimba y todos andaban pendientes del cordero que seguramente habrían degollado de buena mañana en cada casa ya que era el día de la fiesta grande de los musulmanes: la fiesta del cordero.
El pequeño teatro acabó llenándose y disfrutamos mucho de la función a la que asistieron numerosos niños con sus padres y madres, gente de la embajada española que se había desplazado ex profeso y un grupo de teatro de aficcionados local que se mostraron muy hospitalarios con nosotros preparando comida para el nutrido grupo de españoles y agasajándonos con todo tipo de detalles. El más significativo, una maqueta de la mezquita de Testour, de estilo andalusí, construida en el 600 y pico y con referencias al Catolicismo, al Judaísmo y al Islam en su torre principal. Un beso para Ángela, alegre y cosmopolita mallorquina que nos contó muchas cosas en el trayecto en coche que compartió con nosotros.
Y luego el regreso a Valencia en plan desastre por el retraso del primer avión que nos fastidió el enlace en Roma y nos hizo llegar a Valencia con 7 horas de retraso. Lo cual provocó momentos de tensión e histeria aeroportuaria, ya que al día siguiente nos teníamos que levantar a las 5 de la mañana para emprender viaje a Chipre. En fin, las cosas del salir.