Estas últimas semanas he andado… ¿Cómo decirlo? Fuera de mi. Hice algo importante que debería haber tenido reflejo en este blog pero hasta hoy no he encontrado el momento de pensar en ello. Y la verdad, parece que sucediera hace una eternidad. Si, tendré que dejar de marear y reconocer que asistí al concierto que dió Madonna en el parking del sitio este de Cheste donde corren las motos a toda leche. Es mi primera macroexperiencia rollo POP-QUEEN y la verdad es que hay que pasar por ello para darte cuenta de lo que es el mundo de las personas que vivimos en este tiempo presente de ahora mismo. Todo el ritual que envuelve un evento de estas características ya es de por si sorprendente… Los problemas de tráfico, el tiempo y el dinero que hay que perder para poder conseguir ver a la diva a menos de quinientos metro, las colas interminables que hay que padecer para todo, incluido lo más elemental; mear, conseguir agua o cerveza… Las cosas oficiales, imposibles de distinguir de las no oficiales, salvo que seas un avezado especialista en productos de marketing: camisetas, tour-book, escapularios, ex-votos, etc. Los puestos off de comida a base le superlonganizas con aspecto absolutamente autóctono que te sacan vía petardazo estético de la burbuja de colorines en la que llegas encapsulado…