Historia del Soldado

Una obra extraordinaria cuajada de referencias y alusiones a los grandes dilemas de la existencia humana que hilvanados en una partitura prodigiosa conforman el lienzo perfecto para pintar un poema. Rafael Alberti, tan integrado siempre en su tiempo, fue uno de los primeros enamorados de esta Historia del soldado. Como siempre hacen los amantes, y más aún si son poetas de nacimiento, vertió en las hojas de un hotel de Sevilla las melodías que latían en su corazón y en ellas resuena el rumor del mar de Cádiz, las voces claras de sus gentes y la imaginación antigua que duerme en sus casas blancas de cal.

Historia del Soldado no parte de un género definido. Su estructura musical y teatral recae sobre la combinación de diferentes modos de expresión y se desarrolla  a partir del transvase entre unos y otros. Esta interacción de los procesos dramáticos permite un juego de múltiples facetas. Los desarrollos escénicos oscilan entre una acción autónoma y una yuxtaposición equilibrada, entre un comentario narrativo y una intriga mimada o danzada. La estructura de esta obra, de apenas una hora de duración, se inspira igualmente en el teatro de saltimbanquis que se hacia en la Edad Media y los autores que se inspiraban en viejas versiones del pacto entre Fausto y Mefisto, escritas para el teatro de marionetas. Ramuz transforma este pacto en un acuerdo cerrado entre el soldado y el diablo. Lectura y acción, pantomima y danza se suceden de manera superpuesta, partiendo en dos cada una de las tres escenas. El papel del narrador, predecesor de Oedipus Rex (1927), es una sucesión de recitados y llamadas. En cambio el papel del diablo está concebido de manera recitativa y melodramática, mientras que el personaje de la princesa está encarnado por una bailarina.