¡UF! Dos meses inmersos de lleno en el proceso de creación de esta nueva peripecia. Un día de vacío transcurrido desde que cayó el telón en la segunda función en el Auditorio de Catarroja después de estrenar en el Gran Teatro de Alzira. Miles de horas escuchando, hablando, haciendo. Un alud se sensaciones casi imposibles de detallar ahora mismo. La más intensa: la imposibilidad de configurar una imagen dotada de cierta perspectiva exterior. Después de mis últimas experiencias como director volver a las tablas ha supuesto un reencuentro con la vulnerabilidad del actor. Todos los actores y actrices con los que he trabajado en los últimos años me han murmurado al oído algún reproche. Impagable. Intenso reencuentro. El que he tenido con Carles Alfaro también. Director de escena al que admiro tanto como temo. Bajo su influencia puedes sorprenderte agarrado a una cornisa con las uñas en cualquier momento. También puedes pasarte una noche entera cayendo por la pequeña madriguera de liebre hacia la que te ha empujado. O siete días cavilando para comprender una extraña sutileza que se le ha escapado en un momento de calentura. Luego he tenido todo el tiempo a mi lado a Adriana Ozores. Pudiera parecer increible pero así ha sido. Compartiendo babas y sudor. Como debe ser. He reconocido en ella un amor infinito al teatro verdadero. Amor que ha adoptado la forma de responsabilidad y entrega, de fortaleza y tesón, de esfuerzo y generosidad. Difícil no sentirse intimidado… De no ser por aquel día que bailamos juntos, solo con las manos. Una compañera adorable que tiene una forma de decirte “cariño” derritiente. Albert Sanz con sus apariciones de sonrisa recién cazada y su recóndita personalidad superescuchante. Paula, torrente de palabras para reír, tropezar, levantarse y darse siete besos todos los días. Victor Antón Socarrón que me ha hecho aposta para mí un maravilloso luminoso que pone: “ELÉCTRICA”. Edu Yapadú que nos gana a todos a detallista y cariñoso aunque al principio parezca del gremio de los serios. Bueno, y mi hermano y Ángeles que una vez más han estado pendientes de que todos hayamos podido trabajar en las mejores condiciones posibles. Mi hermano hasta me ha suplantado como escénografo cuando yo no podía llegar, ha hecho trabajo de taller además de organizar y organizar y Ángeles ha sido regidora, vestuarista, asesora espiritual… Sin ellos no somos nadie. Sabed quienes leáis que esto son cuatro ocurrencias dejadas caer un lunes post-transtorno. Aplicad el pertinente corrector, please, que yo tengo los filtros llenos de cosas atascadas.